Me esfuerzo a estar erguido
y obligo a este conjunto de huesos inertes
a mantenerse de esa manera
cuando me reprochan los silencios,
mis nudillos y mis pies.
Cuando me grita mi cabeza
y la boca me escupe al revés.
Cuando mis manos me golpean,
mis ojos me acusan, mis dedos
me señalan, y mis piernas
no hacen nada.
Cuando mis dientes me muerden
y mi lengua me atraganta,
compelo a estos 34 huesos, es todo
lo que me queda...
Todo lo demás me ha abandonado
como tú...
Sigo erguido, igual
insensible e inservible
mientras escucho el adiós
de unas cervicales
muy parecido al tuyo...
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